La triste realidad del transporte chileno
El pasado 17 de mayo, 52 personas que viajaban desde Villa Alemana hacia Talcachuano cayeron al río Tinguiririca, 26 de ellas murieron, de las restantes muchas resultaron heridas. La causa: el conductor sufrió un infarto al miocardio por mero cansancio. Éste (que lamentablemente tuvo la peor de las suertes) llevaba seis días trabajando sin parar y, producto del agotamiento, perdió el control del vehículo. Sus pasajeros -personas absolutamente inocentes- fueron víctima de un sistema de transportes que no sólo es el monopolio del traslado inter-regional de Chile, sino que no pone ningún tipo de límites de jornada laboral para sus conductores, ni respeta los tiempos necesarios de descansos establecidos por la ley.
Según el artículo 25 del Código del Trabajo, “en ningún caso el chofer de la locomoción colectiva inter-urbana podrá manejar más de cinco horas continuas, después de las cuales deberá tener un descanso cuya duración mínima será de dos horas". Sin embargo, muchos buses inter-urbanos están lejos de cumplir esta normativa.
A partir de la entrada en vigencia del nuevo sistema automatizado de registro de asistencia para funcionarios de buses y vehículos de transporte, en enero del 2006, la inspección del trabajo ha realizado un sinnúmero de fiscalizaciones, a fin de determinar si se está o no cumpliendo con esta normativa. Hasta la fecha se han fiscalizado 1.495 buses, de los cuales 1.481 no tenían implementado el mencionado registro. Para ellos se cursaron multas por más de $1.266 millones de pesos. Aún así, los buses siguen burlando todo tipo de normativa. Pareciera que se olvidan de que lo que transportan son vidas humanas.
Este fin de semana tuve la suerte de celebrar fiestas patrias en un lago de la IX Región. Lamentablemente no tuve otra opción para devolverme que un “Cóndor Bus” que partía de Cunco, el martes 19 de septiembre a las 21:00 horas, directo a Santiago. Cómo no suelo viajar en este medio de transporte, mi primera sorpresa la tuve cuando me di cuenta de que ningún asiento tenía cinturón de seguridad, ni siquiera el del chofer. Inconcebible, sobre todo considerando que más de una hora de trecho era por camino de tierra.
Pero el impacto continuó. Más de nueve personas, angustiadas por no encontrar pasaje, se conformaron con viajar de pie en el pasillo del bus. Sí, tal como en cualquier micro de Santiago, pero con la diferencia de que estuvieron ahí por más de dos horas (hasta Temuco), apiñadas y equilibrándose apenas por la inestabilidad del camino.
Y el viaje siguió literalmente “de terror”. La hora de llegada estaba estimada para las 06:30 A.M. y llegamos a destino alrededor de las 05:15 A.M. Cabe preguntarse a cuánto se vino el chofer, si supuestamente el límite para los buses es de 100 kilómetros por hora y a la ida me demoré casi 10 horas en un auto que se fue a 120. Además, al parecer el Sr. Conductor tenía ancestros ingleses, porque se vino todo el camino por la pista de la izquierda. También, a la altura de Curicó estuvimos cerca de tener un accidente, con un esquivo bastante brusco que efectuó el chofer quién sabe a qué… todo eso sin mencionar que el artículo 25 jamás fue respetado y el chofer viajó mucho más de 5 horas continuas.
Lo peor es que nunca supe en qué terminó todo: el bus seguía camino a Valparaíso y Viña y yo al menos lo vi partir sin siquiera un amague de reemplazar a los funcionarios…